Cuando tenía 17 años, en mi viaje de graduación, casi perdí el bus de regreso por dormir una siesta. Diez años después, en Marruecos, perdí el vuelo de retorno por pasar el día en el desierto.
Dos antecedentes que ayudan a entender por qué voy corriendo por Oporto, maleta en mano, minutos antes de que salga el bus que debe llevarme a Lisboa.
Esto no hubiera ocurrido si yo no hubiera cometido la estupidez imprudencia de confiar en información de internet. ¿Qué hice? Coordiné el transporte entre Oporto y Lisboa a partir de los consejos de un blog que no había sido actualizado hace años [👺❗️]. Lo peor no fue correr contra reloj para llegar a tiempo a la nueva terminal de Oporto, sino que en el camino, no fui capaz de comunicarme de manera asertiva.

Es que el portugués de Portugal me resultó muy difícil de entender. De hecho, con mi cara de desesperación y mi portugués chuto¹, lo único que conseguí fue asustar a una mujer que corrió a refugiarse a una tienda, tal vez creyendo que yo era parte de un timo. A dos minutos de perder el bus, no tenía tiempo para indignaciones; pero sí para insistir con mis preguntas a una chica que —tardé en reparar— era sordomuda. [🤦♀️]
A partir de este momento, existen dos escenarios posibles. Pero antes de decidir, sírvase un fado para acompañar:
ESCENARIO 1 ➡️ No logré subir al bus
Permanezco en Oporto el resto del viaje: como francesinhas², visito la Librería Lello —en la que se inspiró J.K Rowling—y asisto a un congreso de ex estudiantes de Hogwarts.
ESCENARIO 2 ➡️ Logré subir al bus
Y contar en condiciones esta historia…

Nada más pisar la tierra de los naranjos — ‘burtuqaal‘ significa naranja en árabe, nombre del que deriva— quedé encantada con la energía del entorno, la calidez del trato humano y el ruido espontáneo de la ciudad.
Y el ruido espontáneo.
Y el ruido.
Ruido. [🤯]
Tanto en Oporto como en Lisboa las plazas principales estaban ocupadas por grupos de protesta: pancartas, camisetas y carteles eran acompañados por megáfonos y canciones a todo volumen.

A esto se suma la música de los restaurantes, el barullo de las construcciones, los bocinazos, las charlas entusiasmadas, los estudiantes alborotados, los turistas en regocijo…

La verdad es que el ruido es directamente proporcional al buen ambiente. De hecho, me invadió una sensación hermana al déjà vu, ya que me envolvía una onda muy sudamericana. Por ejemplo, en el tranvía hacia el hotel, un niño comenzó a llorar y quejarse. Los pasajeros, en lugar de molestarse, sonreían, hacían ojitos a la madre… e incluso intentaron ayudar a calmar al muchacho.

Similitudes Ibéricas
Las similitudes con Sudamérica tienen sentido, tomando en cuenta que Portugal comparte los inicios de su historia con España. Esto se refleja en aspectos culturales como el idioma, la influencia árabe, el gusto por los chorizos, las corridas de toros y las fiestas ligadas a la tradición católica.
Aunque, desde mi perspectiva, el tema religioso en Portugal es mucho más intenso. Por ejemplo, me llamó la atención que las tiendas de souvenirs estén colmadas de imágenes de santos y vírgenes.
Es más, en Lisboa, un santo patrono no les es suficiente, así que tienen dos: San Vicente y San Antonio.

San Vicente es el “oficial”, digamos el marido; mientras que San Antonio vendría a ser el amante. Lo cual es irónico, ya que Antonio tiene fama de ser un santo casamentero y en su capilla se celebran bodas colectivas. Además, su iglesia está genial: permiten utilizar el baño y dan la misa en inglés.
Volviendo al tema…
Les contaba que son indiscutibles las similitudes culturales entre Portugal y España —que incluyen las tapas, el vino y lo churros³ que están sus policías [🤤]—. Sin embargo, a nivel arquitectónico son distintas, en gran parte debido al terremoto que destruyó Lisboa en 1775. La tragedia ocurrió el día de ‘Todos Santos’, por lo que la mayoría de las víctimas murieron dentro de una iglesia, durante las celebraciones.
Alfama es el único barrio que «sobrevivió» a esta tragedia y representa a la perfección esa melancolía que llaman saudade. Entre la música, el street art, y los pequeños restaurantes de comida criolla, cada calle es poesía pura.
Alfama es también la cuna del Fado. ¿Y qué puede ser más romántico que un fado? Ritmo que además es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Estar en Alfama es disfrutarlo mientras tomas ginjinha artesanal y paseas por calles estrechas donde los ancianos —vecinos originales de la zona— se asoman para charlar entre sí, intercambiar risas con los turistas, o colgar la ropa.
Lo de los ancianos habitantes del barrio es un tema sensible, ya que pretenden desalojarlos en nombre del “progreso”. De hecho, una de las protestas instauradas en la plaza principal reclamaba sobre este asunto.
También hay manifestaciones instaladas en el mismo Alfama , como la de la artista inglesa Camilla Watson, quien ha elaborado retratos de los vecinos y los ha colgado en diversos lugares del barrio.
Creadores de la carabela
No existe hispano que no conozca la trilogía de “la Niña, la Pinta y la Santa María”. Pues resulta que la carabela es un invento portugués: el Príncipe Henry —quien posteriormente sería conocido como «Henry el navegante», a pesar de que sólo hizo un viaje en su vida— fue su inventor.

A pesar de que Henry fue navegante “de pliqui-ploco”4, aventureros como Vasco da Gama y Fernando de Magallanes catapultaron a Portugal como la nación de los más grandes navegantes de la historia. [⛴✨]
Y cuando se trata de aguas, no sólo se destacan en la marina, sino también en la pesca. Lo que más comen es bacalao, y hasta se jactan de tener el récord mundial en número de recetas preparadas con este pez. Sin embargo, la reina de todos los mares, la Miss Portugal, la adulada indiscutible… ¡es la sardina! De hecho, uno de los lugares más originales de la capital es el ‘Museo de la Sardina’, donde la historia —desde 1910 en adelante— se expone «como sardinas en lata».
Bendito romance
En resumen, Portugal es puro corazón. El romance empieza desde sus propias leyendas: Orphiussa, la diosa del mar, quedó desolada tras la partida de Ulises, y en su furia sacudió la tierra alrededor del río Tajo, formando las siete colinas de Portugal. Leyenda que sería más romántica si las colinas fueran siete, y no ocho. [💔]
Navegantes, románticos… y aun así ningún marinerito me tiró un papel ni mucho menos me propuso matrimonio. Lo que sí me propusieron fueron drogas y un paseo.

He barajado diferentes maneras para explicar este punto y dibujar una escena que haga justicia a la realidad. Pero describir el centro sin mencionar la cantidad de vendedores de drogas que hay en cada esquina, sería omitir una característica de la ciudad que no pasa desapercibida. Además, algunos no sólo ofrecen sus productos, sino que también están dispuestos a ofrecerte compañía.
No me escandalizan las drogas, sino el que siendo ilegal la oferta sea tan descarada. Supongo que así deben sentirse los extranjeros cuando ven los puestos de películas piratas en Bolivia. Lo más bizarro es que hay tantos dealers ofertando, como policías vigilando, en una especie de pacto tácito entre ambos bandos. Pensé que este fenómeno sólo ocurría en las noches, pero de día sucede lo mismo. Claro que, a la luz del sol, las drogas quedan opacadas por la inmensa oferta de arte callejero y música al aire libre.

Acogedora, hospitalaria y abierta
Portugal me hizo reflexionar que existen dos tipos de ciudades: las tourist-friendly y las que no lo son. Tanto en Oporto como en Lisboa había puestos de atención a los turistas, mapas, baños públicos, espacios para guardar el equipaje, y transporte disponible las 24 horas. Además, esta experiencia fue un descanso para mi bolsillo: los hostales son extremadamente baratos —incluso los que están en pleno centro—, y la oferta gastronómica es tan variada como económica.
Entre la calidez de su gente, la buena energía del ambiente, los paisajes y los precios, Portugal es el paraíso del turismo en el viejo continente.
GLOSARIO 1 chuto: Desnudo. Incompleto. 2 francesinhas: Sandwich típico de Oporto. 3 churro: Guapo. Atractivo. 4 pliqui-ploco: De mentira. Pamplinas.
Una vez más quedó fascinada 🤩
He reído que no tenes idea, amo leerte. 😍
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¡Muchas gracias, Steph! Que disfrutés estas micro-aventuras me motiva a seguir escribiéndolas. 🙂❣️
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