Terminé el viaje con dos céntimos en el bolsillo [no, no es una exageración con fines retóricos 💀], pero valió la pena. Copenhague está a la altura de lo imaginado: no decepciona, es más, llega a superar las expectativas. Excepto por ‘La Sirenita’. [🤔]
Localizada en un lugar privilegiado del océano, sus primeros habitantes fueron vikingos que quedaron encantados con la planicie del terreno: está a escasos 30 metros sobre el nivel del mar. Para que se hagan una idea: Santa Cruz de la Sierra está a 400 y Madrid a 657. Es decir, es más plana que la tarifa de mi teléfono [¡Bada dum tuss! 🥁]. Excepto, otra vez, por la costa de ‘La Sirenita’.
Pero antes de hablarles sobre cómo terminé el viaje, permítanme contar cómo lo comencé: en pánico total. Había acordado un intercambio en Couchsurfing con un kobmendense que me recibiría en Copenhague, y yo haría lo mismo por él en Madrid. Pero habían pasado dos horas desde mi arribo, ¡y no me respondía el teléfono!
Ya me ven, ahí, en el aeropuerto, después de un vuelo nocturno, pensando en qué plaza de una ciudad desconocida iba a pasar la noche. El pánico se intensificó cuando noté que los panchitos costaban 40 euros. Homeless y yesca, la combinación ideal.
[Un minuto de reflexión. Música instrumental.]
Ahora sí, explico las cosas como lo haría Jack:
1️⃣ Kobmendenses es el gentilicio alternativo con el cual se denomina a los copenhaguenses.
2️⃣ Couchsurfing es una red que permite al viajero solitario entrar en contacto con gente local. Y viceversa.
3️⃣ El panchito —hot-dog— no costaba 40 euros: eran 40 ‘coronas danesas’. Sé que esta es una falta grave, pero no sabía que en Dinamarca no usan el euro. [😬] Shame on me.
Pues heme ahí, con euros inútiles en el bolsillo y sin un lugar a donde ir. Antes de que mi mamá se una al pánico al leer esto, aclaro que ya estaba ejecutando mi plan B cuando mi host me respondió el teléfono. Y estuve muy cómoda en mi lugar de descanso. [🙂]
El hygge de la ‘ciudad más feliz del mundo’
‘Hygge’ es una palabra danesa imposible de traducir literalmente, pero que significa algo cercano a «ambiente acogedor» o «atmósfera agradable». Es un concepto importante para ellos, que describe su actitud hacia el mundo. Debo agregar —más bien, enfatizar— que los kobmendenses son gente extremadamente dulce y amable. No exagero: ya no sabía qué inventarme para pedirles información. Con locales así, da gusto perderse por la ciudad y hasta necesitar un baño con urgencia. De ahí que, para mí, sí que merecen el título de «ciudad más feliz del mundo«.

El hygge de la ciudad se refuerza con una impronta eco-friendly muy fuerte. ¡Tienen hasta su propio Tinder, pero para bicicletas! Vos solo pasás de bici en bici hasta darle right a tu bici ideal, algo que no es muy difícil, ya que también es la ciudad con mayor índice de ciclistas en el mundo. [🚲💚]
Esta es la parte en la que decepciono a los lectores: como soy más de caminar que de pedalear, recorrí la ciudad a pie. Debido a su planicie, a pesar de las 9 horas caminadas por día, la experiencia fue llevadera y completamente placentera.

Sus lúgares emblemáticos
Christian IV es el gran ídolo del lugar; su referencia está en todas partes. Cuenta la leyenda que el propósito de su vida fue hacer de Copenhague una ciudad grande, y lo consiguió. Christian IV creó el distrito de Christianshavn —construido por holandeses a imagen y semejanza de Amsterdam— múltiples caminos, edificaciones imponentes… y fue responsable de amenizar fiestas brutales que serían la envidia de la mismísima Ibiza.

Para la muerte del mítico Christian IV, en 1648, Copenhague era la principal fortificación de Dinamarca. Lamentablemente, son pocas las construcciones medievales que todavía existen, debido a los numerosos incendios que la azotaron. Así que, lo que hubo antes de 1795 —fecha del último gran incendio— prácticamente no existe. [💔]
Pero aún después de los incendios y los sucesivos conflictos con Suecia —con quien lleva una relación que me recuerda a la de Bolivia- Chile [«…de día discutimos, de noche nos amamos…» 🎶] a principios del siglo XIX ya habían retomado el rumbo y eran referente mundial con figuras como Kierkegaard y Hans Christian Andersen.
La monarquía
A partir de las ‘Revoluciones de 1848‘ Copenhague se constituye en una monarquía constitucional. Me sorprendió lo contentos que están con su monarquía y cuánto idolatran a los miembros de su realeza. Son los Kandarshian de Dinamarca. Excepto que educados, de buenos modales y con una conducta muy acorde al espíritu de la ciudad; los príncipes van a la escuela pública, por ejemplo.


Por algún motivo —que alguien me explique cuál es— la gente se aglomera alrededor del Castillo Real para ver el cambio de guardia. A mí, por casualidad, me tocó presenciar uno. Nada del otro mundo. [En serio, que alguien me explique. 🙄]

Lo que me recuerda: ‘La Sirenita’. Tardé una hora en llegar hasta donde está la escultura, subiendo colinas y peleando con Google Maps. Estuve cinco minutos y me fui. Entendí el por qué es considerada el monumento más decepcionante del mundo. No sé de dónde habrá surgido su fama —tal vez porque está inspirada en el cuento homónimo de Andersen— la cuestión es que se encuentra lejos del centro, no es especialmente deslumbrante, y aún así, hay que esperar a cientos de turistas para conseguir una foto decente.

Si van pocos días o prefieren concentrar sus esfuerzos en atracciones específicas, ignórenla. En la ciudad hay muchos lugares hermosos e interesantes que no deberían perderse.
¡Marihuana para todos!
La ‘Ciudad Libre de Christiania’ es un barrio «autogobernado» que surgió como experimento social. Se muestra al mundo como «rincón anarquista» inmune a las imposiciones del sistema, pero la realidad es que pagan impuestos, adquieren la nacionalidad danesa y hacen uso de los servicios públicos. ¿En qué estriba la peculiaridad? En Christiania se permite el consumo y la venta de marihuana, hachís y otras drogas blandas.

En su calle principal, decenas de mesitas funcionan como puestos de venta. Sobre ellas, los productos son exhibidos en abundancia. Tal es la cantidad de la que hacen alarde, que al ingresar, por un segundo pensé que lo que estaba viendo sobre la mesa era una torta. Demás está decir que el hygge del lugar es único, algo que atrae a turistas y locales por igual. Chistiania estaba repleto, y no, no es una zona roja: había numerosas familias paseando con normalidad.
La gastronomía y todo lo demás
Después de hablar de Christiania la lógica exige hablar sobre gastronomía. La verdad es que Copenhague brilla en muchos aspectos, y su comida es uno de ellos —junto a la arquitectura, el diseño y el desarrollo sostenible—.

Entre sus atracciones está el muy bien reputado ‘Noma’, donde comer sale tan caro como una carrera universitaria.
Y no es que los lugares comunes ofrezcan precios de ganga: llegué a ver hamburguesas a 200DKK —25€, aproximadamente— y hasta me vendieron dos sándwiches que de todas maneras iban a tirar a la basura.
Mi consejo de ahorro: compren en supermercados. Y prepárense para ver mucho, mucho: «do it yourself«.
Y como esta lectura se ha extendido demasiado [😬], me despido con imágenes de lo más hermoso que hay en la ciudad: el ‘Canal de Nyhavn’. Aquí me reventé el pie derecho por intentar sacarle foto a una gaviota, y pasé mis últimas horas antes de partir, simplemente contemplando el paisaje.
