Admito que me llevó mucho tiempo tomar conciencia ambiental. Por «mucho tiempo» me refiero a alrededor de 26 años, edad en la que comencé a involucrarme activamente con los grupos humanos que quieren ser parte de la solución a los problemas ambientales. Admito, también, que hasta ese entonces, creía que estos eran fantasías producto de la histeria colectiva.

Actualmente, investigo sobre el hambre en el mundo, como ya he mencionado. Mientras más leo sobre el tema, más me topo con un patrón que se repite: el consumo idiota irracional que hacemos de nuestros recursos planetarios. Así, con tinte galáctico y todo.
Pues bien, el sábado 17 de febrero era un día para el ocio. Con un par de amigos habíamos planificado visitar la exposición ‘Warhol: el arte mecánico’ en Caixa’s Forum. Tras una hora de fila en un frío brutal, con una chaqueta que apenas abrigaba —había elegido terriblemente mal el atuendo— finalmente entramos.
La experiencia fue, para mí, un encontronazo frente a frente con una visión muy particular sobre el consumismo. Desde la famosa serie de Sopas Campbell’s, pasando por un Mao travestido, hasta llegar a su magnífico Muhammad Alí — el cual, por cierto, fue el favorito por unanimidad— la obra de Warhol es una especie de apología a la banalidad del consumismo contemporáneo.
- Sopas Campbell’s de Andy Warhol. Imitación de la naturaleza serializada del consumo.
Algunos ejemplos:
- La serie Mao Tse-Tung (1972) —especialmente el Mao travestido— , que convierte al máximo propagador del comunismo en un producto de consumo.
- Las Coca-colas (1962), representación de un bien omnipresente que homogeniza el consumo de ricos y pobres.
- Las latas de sopa Campbell (1962), como imitación de la naturaleza serializada de los bienes de consumo.
- Hammer and Sickle (1976), en la que la hoz y el martillo son símbolos del fascismo, por «razones de equilibrio político».
Irónicamente, Warhol hizo del arte un negocio, ya que en sus propias palabras: «hacer dinero es un arte». Sus múltiples reflexiones sobre la dinámica absurda del consumo son una paradoja en sí misma. De hecho, se especula que muy pocas cuadros fueron realizados por él: eran sus trabajadores quienes se encargaban del montaje.
Más irónico aún, es que hasta en mis momentos de ocio deba reflexionar sobre este tema. Dicen que «el maestro aparece cuando el alumno está preparado«. Comienzo a sospechar que mis hábitos de consumo están por cambiar radicalmente.