Hagamos el trabajo sobre ASMR, dijeron.
No tenía idea de a qué se referían. Incluso, después de la primera explicación, pasé semanas llamándolo ASRM. Porque así es la dislexia de las cosas que no se conocen, o que no se reconocen, hasta que tienen un nombre.
Una de las maneras de definir el ASMR —y la puerta por la que yo accedí a conocerlo— es como fenómeno de internet; sobre todo en Youtube, Reddit y Twitch. De hecho, ASMR es el tercer término de búsqueda más popular en YouTube en todo el mundo (solo superado por grupo surcoreano BTS y pewdiepie, el creador independiente con más suscriptores). Para muestra un botón: solo en 2019, los 10 mejores ‘asmrtists’ produjeron unos 4450 videos que acumularon más de 5.7 billones de visitas. Lo que comenzó como un breve video de susurros (whispering video) en 2009, pasó de una pequeña —casi anónima — comunidad a acaparar la atención de los medios masivos.
¿La razón de semejante éxito? Los contenidos catalogables como ASMR están inmersos en una dinámica relacional con los usuarios/consumidores, quienes experimentan sensaciones placenteras — cosquillas (tingles), hormigueos, escalofríos, calor— al interactuar con contenido audiovisual que potencia la activación de sentidos vicariantes, especialmente los estímulos auditivos, pero sin dejar de lado el imaginario táctil y olfativo. De hecho, las siglas ASMR corresponden al acrónimo de Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma y algunos ASMRtists consideran que contribuyen al bienestar social. En más de un canal se comparten testimonios de estudiantes afligidos, madres que necesitan calmar a sus bebés, incluso veteranos de guerra agradecidos. Aunque todavía no se conoce el proceso por el cual el ASMR funciona, es posible que en personas más sensibles exista la liberación de endorfinas, oxitocina, serotonina y otros neurotransmisores que alivian rápidamente el estrés y la ansiedad.
Entonces, resulta extraño que un fenómeno “terapéutico” de la era digital no haya despertado mayor interés para su análisis científico. El 2019 la Universidad de Sheffield realizó uno de los pocos estudios que se han publicado. En él, los miembros del equipo indagaron algunos de los motivos por los cuales algunas personas experimentan ASMR y otras no; conclusión: permanece siendo un misterio. El estudio empleó encuestas —no suele ser la técnica predilecta de los investigadores sociales—para indagar sobre sensaciones experimentadas: alivio del estrés, bienestar, relajación, calma; fueron algunas de las mencionadas. La segunda parte de la investigación consistió en identificar alguna relación entre las cosquillas (tingles) y el cuerpo. El estudio logró vincular lo ASMR a una respuesta fisiológica: la reducción de la frecuencia cardiaca.
Actualmente, se estimula la investigación en este tema, sobre todo porque la hipótesis principal es que podría resultar profundamente beneficioso como terapia alternativa para los que padecen de insomnio, estrés o depresión. Y ahí estábamos nosotras —yo especialmente, con mi limitado bagaje— intentando descifrar qué es el ASMR y cómo encaja en una asignatura sobre tecnociencia.
Mi primer contacto
Era media mañana y había solecito. Como pocos días desde que comencé el máster en Análisis Sociocultural, sentí que tenía tiempo para exploraciones. Habían pasado un par de semanas; sentía un poco de vergüenza porque todavía no tenía claro qué era eso de la Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma. Uñas largas, micrófonos y youtubers susurrantes para una práctica de Tecnociencia y Sociedad Digital. No me cuadraba.
Sentada sola en el salón, busco el video que me habían enseñado. Desde los altavoces del televisor, siento como emergen las ondas y me envuelve el sonido. Se me estremece la piel mientras veo unos dedos cuidadísimos que se deslizan por las texturas fuente-sonora. El efecto enlatado que provoca la mediación del micrófono me da placer. Esto me gusta. Esta sensación me es familiar. Mis orejas empiezan a calentarse, literalmente. Siento una energía recorrer mi cerebro en lo que solo atino a describir como un masaje en el oído interno. Laberínticos tránsitos de ondas mecánicas “pasteurizadas” que me hacen vibrar.
Juego de frecuencias y estremecimientos. Ensamblada a este sistema yo céntrico junto al televisor, la interacción con las ondas sonoras que el transductor del micrófono ha convertido en señales eléctricas, es variable, es discontinua. Empiezo a necesitar de ciertas texturas sonoras para seguir estimulada. Como en un destello fugaz, vuelven a mi memoria las huellas sensoriales de la infancia: los cotonetes, el timbre del acento inglés de mi youtuber favorita, la afición por el crack de mis dedos, el sonido de la [‘t’] “mojada” y mi hábito de pasar horas deambulando las stories de los quiroprácticos. He estado disfrutando de esta sensacional experiencia desde tiempos inmemorables; simplemente, no la había designado con un nombre.
Entonces, me pongo a la tarea de descifrar los estímulos detonantes. Funciona muy bien; me invita a parar, a desacelerar un poco. Descubro como cada ensamblaje es —para mí— una experiencia distinta y de qué manera la mediación tecnológica afecta drásticamente a mis respuestas. Caigo en el factor tecnocientífico del asunto.
No, no es lo mismo el televisor que los auriculares, verlo que no verlo, ciertos sonidos, ciertas imágenes, ciertos momentos de escucha. Los ecos envolventes que me estremecieron en el salón de la casa, se esfuman cuando voy en el metro. Los auriculares, lejos de potenciar la experiencia, me alejan de ella. Percibo mi necesidad de vincular los ruidos a la acción humano-material que la produce. Experimento y descubro: sonidos en estéreo, grabaciones con micrófonos de doble cabeza. Un juego de estímulos en los canales oído izquierdo- oído derecho. Los efectos de succión llevando lo Dolby Digital a su máxima expresión.
Sospecho que, si bien algunos afirman que es una condición que se tiene o no se tiene —como una especie de característica peculiar—, la habilidad de sentir una reacción placentera puede ser estimulada de varias maneras y en varios niveles. Los detonantes te jalan, te absorben, te acaparan.
Puesta en común
Mis compañeras de grupo (Ana, Isabel y Joy ) lo describieron como “orgasmo cerebral”. Yo —partidaria de dejar las vinculaciones sexuales para el psicoanálisis— prefiero el término ‘masaje’. Tras compartir nuestras primeras experiencias, fuimos notando cómo la experiencia ASMR es una especie de realidad múltiple, y siguiendo el ejemplo de Mol, nos propusimos experimentar con cuatro tipos de entidades diferentes para ver qué sucede.
Afortunadamente, existe una gama amplísima de creadores de todo tipo de contenido ASMR para experimentar. Es cuestión de encontrar el tono, la voz, la tecnología de grabación y la dinámica relacional que mejor nos funcione.
Isabel, quien conocía el mundillo y tiene el don de saber expresar las cosas, los describió así: «Hay experiencias sensoriales muy concretas que las asociamos con cosas y que nos producen sensaciones satisfactorias… cuando la tecnología entra, lo estandariza, amplía la accesibilidad: todo el mundo puede acceder y reproducirlas en la cotidianidad».
Coincidimos en que lo ideal sería registrarlo mediante un itinerario corporal, ya que lo más notable de la experimentación resultó ser las maneras imprevistas —para gusto o disgusto— en las que se activaba nuestro cuerpo y nuestra subjetividad con cada experiencia. Entonces, acordamos como objetos de estudio:
Si bien el presente ensayo terminó por parecerse más a una mi autoetnografía, he intentado reflexionar los elementos tecnocientíficos articulados en las prácticas ASMR de los objetos de estudio desde/en mi cuerpo y subjetividad, para mantener la esencia de un itinerario. El objetivo es no perder de vista a mi cuerpo como agente ensamblado y mediado tecnológicamente en los procesos de consumo de contenido ASMR en Youtube, haciendo énfasis en la materialidad de la experiencia.
Adicionalmente, es importante recalcar que mis compañeras me permitieron realizar la práctica con la mediación de la interfaz de un televisor y sus altavoces.
Itinerario de expectación planificada
Unas tetas enormes y unos labios carnosos con exceso de gloss son la portada para The most SEXUAL rated ASMR. Hay algo en Amy que me provoca rechazo y me impide espectar por más de diez segundos. Me siento incómoda ante su construcción deliberadamente sexualizada y el efecto de Peta Zetas que produce con, lo que yo interpreto, una plétora de salivación. Por un momento, pienso en la viscosidad de un gargajo. Sí, lejos de parecerme erótico o sensual, sus chasquidos me resultan repulsivos.
Pero no podía dejarme vencer por los repiqueteos de una lengua, así que, tras una breve pausa, le di una segunda oportunidad. Me concentré en lo perfecto del micrófono: tan rosa, tan limpio y con un registro de sonido ultra nítido. Amy, impecable, también. La iluminación, el decorado… toda la puesta en escena era impoluta.
Más cómoda con su propuesta noté que el gloss no solo subrayaba la textura brillante de sus labios, sino que también facilitaba la vinculación con el sonido que producían. Comencé a disfrutar los chasquidos y el efecto gominoso. Si bien lo visual era contundente y acompañaba al sonido, era la plasticidad y humedad resonante lo que podría recordar —en las imaginaciones más fecundas— el sonido de los genitales húmedos en el acto sexual.
Pero mi atención la acapara otra entidad: el micrófono de orejas rosa. Cada vez que Amy desliza sus manos por cualquiera de sus cabezales, puedo sentir su textura y mi cuerpo se estremece. El registro sonoro también me sabe a la textura del micrófono, así que subo el volumen. ¿Tiene sentido describir que mi cerebro va rellenando espacios vacíos con las ondas del micrófono rosa? ¿Qué clase de brujería es esta? El brillo, la saliva, la rumiación y los chasquido pegajosos de Peta Zetas me provocan escalofríos. Pienso en lo magnífico de este micrófono que, sin duda, ha permitido que la grabación resulte en algo limpio, potente, sensual.
Mi siguiente parada es ‘Doctor Treats Severely Curved Spine’, en la que un paciente con hipercifosis severa (cifosis de Scheuermann) se prepara para un tratamiento express con el fisioterapeuta. Mi cuerpo se anticipa a lo que va a pasar; aquí la satisfacción va por adelantado.
Las manos del doctor palpando la superficie cóncava de la columna apelan a mi memoria sensorial, activando la huella háptica de todas las veces que he recibido el alivio de un buen masaje. El acompañamiento de la intervención profesional con chasquidos similares al sonido de ramas secas que se parten, me excita, me relaja y hasta me deleita. La sinfonía audiovisual me comunica que cada vértebra del paciente va colocándose donde debe de estar; y, gracias a la catarsis, tomo conciencia de mi propia postura. En un acto reflejo, hago sonar mi espalda y mis dedos.
Curiosamente, lo que el paciente describe como una “experiencia extracorporal”, para mí es una experiencia incorporable. Y cuando emite afirmaciones del tipo “siento que se abre”, mi placer se incrementa. Los crujidos iniciales devienen aperitivos. Tengo hambre y mi deseo es escuchar el gran crujido final. Oh, gloriosos ruidos articulares, ¡cuánto placer delegado me causan!
Con el: “Oh, wow” final y la idea de una columna liberada, desplazo mi atención al siguiente video: ‘ASMR SNAP SHADOWS TUTORIAL W/ AMANDLA STENBERG | FENTY BEAUTY’. El volumen estaba alto y comienzo con un susto. Tras bajar el volumen, retomo la experiencia.
Este es un contenido patrocinado, elaborado por encargo de la marca de maquillaje Fenty Beauty e interpretado por la cantante norteamericana Amandla Stenberg. Como publicidad, activa un recurso seguro: el whispering. La [‘t’] mojada inglesa, la oclusión de la [‘p] y la [‘d`] me remiten al placer acústico que ya reconozco. Además, su piel parece perfecta, con una textura ultra compacta. Los colores pasteles realzan la belleza del set.
El micrófono elegido es uno condensador de diafragma grande y alargado, lo que estaría bien de no ser por los usos que hace y que trastornan mi experiencia. Toda el aura de perfección y pulcritud se esfuma cada vez que roza los pinceles sobre el protector acolchado del micro. Es decir, en un intento de potenciar las sensaciones sonoras, se rompe la magia de la perfección: ese pincel irá a su rostro y no debería estar ensuciándolo con otras superficies. Tampoco entiendo el sinsentido de introducir los pinceles en un cubo con hielo: me fastidia que haga cosas que no se integran a la trama de la situación que emula. Existe ASMR exclusivo para triggers auditivos; aquí, para que sea una relaxing rewarding experience se requiere sostener coherentemente el juego.
Tal vez, esta sensación de esfuerzo mal ejecutado es por la cual existen canales específicos dedicados al ASMR accidental, y del que extrajimos ‘The Best Unintentional ASMR Medical Exam EVER | Real Doctor Performs Full Medical Exam | Sleep Aid’, una grabación noventera de un examen médico en tiempo real.
Todo es en escena es fascinante: la voz de la médica, sus manos limpísimas, el ambiente impoluto, la cantidad de artilugios específicos para cada examen. ¡Qué maravilla lo de los utensilios en acción! Y en verdad, aunque es relajante por el cuidado y la suavidad del examen médico, no llego a sentirme tan estimulada como para acompañarlos hasta el final.
Conclusiones
Terminada la experimentación, no he conseguido delimitar lo que es ASMR. Sí puedo describir lo que hace sentir: si estás un poco estresado o ansioso, los contenidos ASMR te pueden ayudar. Debido a su naturaleza inherentemente relajante, son agradables de ver en múltiples situaciones: como ayuda para buscar el sueño, en un momento de meditación, como alternativa a la música… Además de lo ya mencionado al inicio de este informe: puede ayudar con la ansiedad, la depresión y hasta la sensación de soledad.
A partir de mi experiencia, yo animo a darle una oportunidad. Es una manera muy divertida de evidenciar los ensamblajes semiótico-materiales que se han habilitado y/o potenciado con la incorporación de la tecnología digital. Por otro lado, este es todavía un momento emocionante para la investigación de ASMR porque hay muchas cosas que seguimos ignorando al respecto. Es muy posible que en futuro cercano haya un boom de estudios sobre ASMR, similar al que actualmente existe sobre los videojuegos.
Mientras tanto, y mientras haya videos ASMR para experimentar, seguiré en la búsqueda de articulaciones audiovisualtactilolfativas placenteras.